I Never Promised You A Promised Land
En Mi Tierra Prometida Correrían Juntas Nuestras Bestias.
"Me parecía que siempre había estado buscando algo, que había esperado algo que no llegaba nunca. ¿Y no me decían que había vivido como un muerto? Sí, pero todo aquello no tenía importancia. Me parecía que había hecho algo grave, que había cometido un crimen."
Son las dos de la madrugada del cinco de mayo, estoy tumbado en la cama con los ojos cerrados pensando en cómo podría escribir sobre esto. Nadia está a mi lado, dormida. Es tarde y no la quiero despertar, así que decido no moverme cuando el pensamiento se forma en mi mente:
He perdido mi inocencia.
Por la mañana busco un poema de Mary Oliver que llevo meses repitiendo en mi cabeza. Se llama ‘Gansos salvajes’. Me encuentro de nuevo buscando respuestas en lo que otros han dicho. Me tranquiliza saber que hay información ahí fuera sobre lo que estoy sintiendo, que otros han estado aquí antes, que puedo intelectualizar mi dolor y hacer algo con él, aprovecharlo.
“Vivir sin respetarse a uno mismo es pasarse la noche en vela, sin que te puedan ayudar ni la leche caliente ni el fenobarbital ni la mano que descansa sobre la colcha, contando tus pecados por acción y por omisión, las confianzas traicionadas, las promesas sutilmente rotas y los dones irrevocablemente desperdiciados por pereza o cobardía o dejadez. Por mucho que lo pospongamos, al final siempre acabamos acostados solos en esa cama notoriamente incómoda, la que nos hemos hecho nosotros mismos. El que durmamos o no en ella depende, por supuesto, de si nos respetamos o no.”
Decía Joan Didion que incluso una pequeña carta sin abrir la llenaba de una culpa desproporcionada. Ella lo llamaba ‘alienación de uno mismo’. Cuando esto sucede, dice, uno ya ni siquiera contesta al teléfono porque puede ser que alguien quiera algo. Y en ese estado, que alguien quiera algo de ti es lo peor que podría pasar. La única manera de sobrevivir a ese accidente es liberarse de las expectativas de los demás. Yo esperaba que al encontrar el camino de vuelta todos me estuviesen esperando, pero no fue así, y se rompió la creencia de que eso volvería a suceder alguna vez. Entendí que mis errores dejaron de parecer honestos cuando yo dejé de ser un niño.
De la misma forma en la que todos aprendemos a disimular que tenemos un ojo un poco más cerrado que el otro y movemos la cabeza en función a lo que creemos que es un defecto, yo me movía siempre pensando en lo que verían los demás. Y así, como intentando entrar en una discoteca con el DNI de otra persona, sentía que me alejaba de mí mismo. Que las puertas no se volverían a abrir con la misma facilidad. Había cruzado una línea. Había llegado a un lugar en el que para nada servían una sonrisa o unas palabras de aliento. Había dejado de creer que me entenderían. Que todo el mundo me iba a perdonar. Quizá no todo el mundo, pero sí alguien. Había dejado de creer en el perdón. Ya no importaba la persona que había sido antes de ese momento, y mucho menos la persona en la que me convertiría. Lo único importante, lo único en lo que podía poner la mirada, era la decepción de los otros.
Cuando esto sucede, cuando uno se aleja de sí mismo, cuando aparecen dos caminos y uno elige el solitario, cuando la persona que eras parece haberse desvanecido, solo el amor de verdad podría salvarte. El amor honesto, el amor que te tiende una mano como diciendo: Estoy contigo. El amor que no deja ningún rastro de superioridad moral, que no te mira por encima del hombro. El amor que no te habla desde la falsa integridad o la condescendencia.
Yo había perdido la inocencia, y lo malo de la inocencia es que cuando la pierdes ya nunca la vuelves a encontrar.
Llevo toda la vida perdonando y olvidando y aún así esto se me ha quedado atascado en el hígado. Me toco y me duele. Toda la vida sintiéndome agradecido, incluso cuando no podía salir de la cama. Toda la vida preparándome para el desastre, para el dolor, para el abandono. Siempre funcionando desde la ansiedad. Siempre esperando lo malo que tal vez podría pasar. Y ha pasado cuando no me lo esperaba. Con los ojos cerrados tengo la impresión de haber olvidado algo. Si fuese capaz de escribir algo coherente dejaría una nota en la puerta antes de irme.
No me puedo creer que me hablaseis a mí de dolor.
Me parecía que había hecho algo grave, que había cometido un crimen.
He perdido mi inocencia.
"Cada acto es la culminación de una serie de circunstancias y, al mismo tiempo, el inicio de una serie de consecuencias."
El lenguaje solo sirve para hablar de algunas cosas. Sé que no seré capaz de transformar en palabras este sentimiento. Hay cosas que no se pueden decir. Empiezo a explicarme y enseguida todo se enreda, deja de ser cierto. Se tuerce como una carretera de montaña, cada vez más afilado el camino, más cerca del acantilado. Siento una incapacidad del ser humano el estar tan inevitablemente encerrado dentro del cuerpo. Se me queda inválido el lenguaje. Me gustaría ser capaz de proyectar lo que tengo dentro sobre una pared. Tener la facilidad de explicar que las cosas son de esta o de aquella manera, pero también soy consciente de que las cosas no suelen funcionar así. Las cosas no son de ninguna manera.
Es muy difícil contar la verdad, por eso nada de lo que digo es del todo cierto. La única verdad es lo que siento, lo demás es narrativa inventada a su alrededor. Una forma de explicar con palabras lo que significa estar vivo, lo que significa ser yo ahora mismo. Lo que quiero decir es que para contar la verdad tengo que mentir. Todo lo que contamos es una auto-ficción. La realidad no se puede escribir, no se puede contar. Al menos, no sin mentiras. Pero eso tampoco importa. Al final, las cosas sucedieron así porque así es cómo las recuerdo.
Me parecía que había hecho algo grave, que había cometido un crimen.
A todas partes me sigue una bestia oscura. Me vigila por las noches desde un rincón de mi habitación. Se me coloca encima del pecho justo antes de dormirme. Giro esquinas por la calle y al otro lado siempre está esa bestia. En los museos a veces la veo pintada en los cuadros, como si otros la hubiesen visto también. Me canta canciones al oído. A todas partes me sigue la bestia.
"¿Sabes lo que es la auténtica amargura? Yo sí. Y tú también lo sabrás, cuando hayas pasado por esto. ¿Sabes cómo se siente uno, cuando cree en algo con toda el alma, y después descubre que es todo una mentira?"
Ya he entendido que mi dolor se impone sobre los demás cuando lo enseño. Ya sé lo que es el rechazo. Ya sé lo que es no cumplir con las expectativas de las que me intento desprender ahora. He mirado a unos ojos que me miraban decepcionados.
He perdido mi inocencia.
Aún así peleo contra la idea que se me viene constantemente a la cabeza. Si hay alguien que luchó por todos esos autores dolientes que yo leo ahora, me niego a pensar que no habrá alguien en el mundo que luche por mí. Me niego a pensar que mi espina es más grande, más difícil de sacar. Me niego a pensar que la bestia oscura no puede ser mi amiga. Está caminando a mi lado, después de todo. Lleva aquí todo este tiempo. Miro mis fotos de los últimos años y en todas aparece la bestia. A veces más cerca, echando su aliento sobre mi mano, deseando que la acaricie. A veces más lejos, esperando el momento de acercarse, sabiendo que el momento llegará. Pero en todas las fotos la veo. Es la única que nunca se va.
No me puedo creer que me hablaseis a mí de dolor.
En la ciudad escucho todas esas historias tristes, historias que me recuerdan a la mía, y miro atentamente a los ojos que me miran. Intento devolver la compasión que yo no recibí. Yo siempre estuve en vuestro equipo. Me emocionó el mundo a vuestro lado. Os construí una trinchera. Os conté mi desesperación. Hubiese esperado en el camino. Hubiese luchado por vosotros. Aún así hay cosas sobre las que todavía no puedo escribir y cosas sobre las que nunca escribiré.
Si fuésemos estrellas del pop la gente sabría que ya no somos amigos porque no nos seguimos en Instagram. Me gustaría que fuésemos estrellas del pop para que esto le importase a alguien más allá de nosotros. Pero no lo somos. Si lo fuésemos me gusta pensar que me escribirías una canción y que además sería un éxito, y así yo podría escuchar algo que hablase exactamente de cómo me siento. Una vez más y por última vez, me sentiría acompañado en el mundo gracias a ti. Nunca pensé que me sentaría en una habitación a tu lado y sentiría ese frío. Yo solo con mi espíritu. ¿Sabías que la historia del muelle de San Blas es cierta? ¿Recuerdas cantarla en aquel karaoke?
Espero que mi cara se quede grabada en las baldosas y la veáis cada vez que caminéis mirando al suelo.
Volviendo a casa, a mi nueva casa, veo como una paloma vuela dentro de Atocha. Vosotros también estáis solos en esto. Es una pena que no me hayáis entendido. Hay que vivir como los Gansos Salvajes. Yo haré lo que haga falta pero tal vez nunca consiga matar a la bestia. Tal vez ella tampoco consiga matarme a mí. Veo vuestra tristeza de niño y la duplico. Qué ganas de que os pongáis tristes como los adultos. Qué ganas de que se os aparezca vuestra propia bestia. Ya nunca os sentiríais solos. Seríais capaces de ver las bestias de los demás, incluso de mirarlas a los ojos con ternura. Correrían juntas nuestras bestias.
Os contaré algo sobre mi palabra. Es sólo mía, de nadie más. Yo decido lo que hago con ella. Y con ella os perdono. Mi palabra es infinitamente más amplia y compasiva que la vuestra. Mi palabra me llevará hasta el final.
Para imprimir y subrayar. Sencillamente maravilloso mi vida❤️