Es terrible, pero vivir da muchísima vergüenza. Desde el principio. Ya daba vergüenza hablar bien en inglés en el colegio, delante de toda la clase. Aunque, evidentemente, también daba vergüenza hablarlo mal, y no saber pronunciar la r, la s, o la c. También tardar mucho tiempo en ponerte el abrigo y ver cómo tus amigos salían de clase sin ti, quedarte atrás. Cuando hablo de la vergüenza estoy hablando de ese sentimiento que nos resuena en todo el cuerpo mientras desearíamos ser cualquier otra persona en un momento específico —por ejemplo, la persona que tenemos enfrente—, o incluso durante una larga temporada si las cosas van realmente mal.
Casi todo da un poco de vergüenza. Da vergüenza salir feo de casa y aún así es incomparable a la vergüenza que da salir muy arreglado. Da vergüenza comer en público y también comer tú solo en tu cuarto a las dos de la madrugada, llevando solo unos calzoncillos y una camiseta desteñida. Da vergüenza divertirse sin control y que se note, y también ser un completo aburrimiento, un brasas o un pesado, que en realidad es prácticamente lo mismo que hacer cualquier cosa sin control. Da vergüenza ser tonto y da vergüenza ser listo, por eso alternamos entre ser una cosa u otra, para que no parezca que somos demasiado de ninguna de las dos. Da vergüenza tener poco dinero y da vergüenza tener mucho dinero, da vergüenza hablar de dinero. Da vergüenza que te vean tocar el piano cuando llevas mucho tiempo sin tocar el piano, aunque lo hagas increíblemente bien. Da vergüenza demostrar que sabes hacer lo que sabes hacer. En general, da vergüenza hacer lo que quieres, mucha más que hacer lo que no quieres. Da vergüenza estar hablando con alguien y ser incapaz de recordar su nombre, y asentir como un bobo y desear no tener que decirlo en voz alta. Da vergüenza que todos te estén mirando pero también que nadie te mire, aunque no tiene porqué ser peor. Da vergüenza quedarte solo en la mesa de un bar mientras esperas a que tu amigo vuelva del baño. Da vergüenza que no funcione el contactless del móvil cuando vas a pagar, ni a la primera, ni a la segunda, y a veces ni siquiera a la tercera. Da vergüenza equivocarte de dirección mientras caminas por la calle y tener que dar la vuelta, completamente expuesto y a plena luz del día, señalado por todos los que te rodean. Da vergüenza mirar a los ojos fijamente y también mirar a todas partes pero sin ser capaz de mirar a los ojos. Da vergüenza intentar algo, sobre todo porque ahora está muy castigado y es de ser un completo friki, y tiene que parecer que eres alguien permanentemente relajado a quien le ocurren las cosas por casualidad. Da vergüenza el psicoanálisis. Da vergüenza hacer deporte. Da vergüenza ser orgulloso y estar orgulloso. También la falsa modestia, e incluso la verdadera modestia. Da vergüenza fracasar. Da vergüenza ser débil y también ser demasiado duro. Da vergüenza admitir que has aprendido algo nuevo porque eso significa que hasta ese momento no lo sabías. Da vergüenza rectificar. Pedir perdón. Mantenerse firme también da vergüenza. Decir que algo te ha molestado. Da vergüenza decirle a alguien: «Me jodiste de cojones». Da vergüenza que te hayan jodido. También da vergüenza enamorarse, cometer un error imperdonable, perder a un amigo, recordar la persona que fuiste, el año 2013, haber querido a alguien, haber odiado a alguien, contar ese secreto solo porque has bebido demasiado, caerte al suelo porque has tropezado con el bordillo de la acera, que alguien te vea caer y encima te ayude a levantarte. Pero, sobre todo, sobre todo, da muchísima vergüenza escribir. Muchísima.
Y, sin embargo, la vergüenza debe ser un motor tan bueno como cualquier otro, porque seguimos haciendo todas esas cosas, una y otra vez, incluso cuando juramos no volver a hacerlas nunca. Lo seguimos haciendo porque puede que un día tengamos una historia divertida que contar a los demás. Porque ¿qué vas a hacer si no? ¿quedarte en el suelo después de caerte en mitad de la acera? Porque puede que lleguemos a escribir una frase verdaderamente buena —con mucha, mucha suerte, puede que incluso una frase perfecta. Lo seguimos haciendo porque nos puede la curiosidad. Porque la vergüenza es triste, patética y solitaria, y seguimos confiando en que después hay algo más, algo mejor. Tiene que haberlo.
"Pero, sobre todo, sobre todo, da muchísima vergüenza escribir. Muchísima." ❤️ Y, sin embargo, te ha salido este texto y, con vergüenza o sin vergüenza, le has dado a publicar. Da vergüenza salir de casa un domingo, escribir un domingo, que sea domingo por la tarde y no escribir.
A mi me encanta este listado porque me veo reflejada en muchas cosas y porque la vergüenza compartida se lleva mejor (como todo, en realidad).