Salgo a la terraza esta noche en la que parece que alguien hubiese apagado un interruptor. El cielo está negro como un paño oscuro, como un paño manchado del carboncillo que compraba en aquella pequeña papelería de la plaza Torres de Omaña hace unos años, cuando yo todavía pintaba, cuando estaba aprendiendo a pintar. El paisaje está cubierto de sombras irregulares que parecen de mentira, como si a alguien se le hubiese caído un bote de tinta sobre el pueblo. Es esa hora otra vez. La hora en la que ya queda poca gente despierta. Me da miedo lo que tengo enfrente, me da miedo moverme demasiado por si a la oscuridad le da por moverse conmigo, entrar a la casa, acompañarme a la habitación. Resisto y le aguanto la mirada, intentando adivinar el nivel de claridad que debería haber a estas horas si esta noche fuese una noche normal.
En realidad, solo hay una cosa que vale la pena y que nos hace resistir: la curiosidad. Es lo único que constantemente hace que nos movamos hacia delante, que superemos las derrotas y que sigamos descubriendo el mundo a pesar de que en esos momentos el mundo parezca tan limitado, que intentemos aprender algo de los errores o de las malas decisiones (con las que todos cargamos, cada uno con las suyas), y también que nos esforcemos por comprender los universos en los que viven los demás, e incluso que nos enfrentemos a la muerte. No estoy hablando de evitarla, ni de luchar contra ella, ni de huir despavoridos al escuchar su nombre. Estoy hablando de que un día cualquiera, sentados en la cocina de nuestra casa mientras alargamos la sobremesa, con los vasos de café ya vacíos, la luz entrando a través de las cortinas, justo en ese momento en el que parece que nada en el mundo se está moviendo, la curiosidad nos hace coger un poco de aire y aceptar, sin necesidad de anunciarlo, que algún día moriremos. Ocurre de vez en cuando. Después recogemos la mesa, barremos el suelo, encendemos el lavavajillas.
Cuando yo compraba aquel carboncillo en Torres de Omaña no podía saber que después de un par de años dejaría de pintar; ni que estudiaría cine gracias a un profesor que, al ver mis trabajos, me enseñaría las fotografías de Francesca Woodman, que me parecerían tristísimas y alucinantes; ni que nunca volvería a ver a la chica a la que besaba en aquel momento y en la que pensaba mientras escuchaba a Bon Iver en los trayectos de autobús. Tampoco sabía que me mudaría a dos ciudades diferentes, ni que en una de ellas, en la primera, M. me hablaría por primera vez de La campana de cristal de Sylvia Plath, después de que yo intentase explicarle que llevaba días respirando el mismo aire, que salir a la calle no servía de nada. En aquel momento era imposible que supiese que viajaría a Londres para visitar a mi hermana durante aquel verano y pasaría todas esas tardes en Hyde Park, que los cuatro volveríamos a vivir en la misma casa durante tres meses por culpa de una pandemia mundial, que abandonaría la universidad, que me seguiría encontrando con mis amigos todos los años en este pueblo. Todavía no había conocido a personas a las que ahora quiero profundamente, ni había descubierto los libros que me han obsesionado durante los últimos años. No sabía que me esperaban épocas terribles de aislamiento, de tristeza pegajosa, pero siempre, cada vez, estarían seguidas de épocas de una felicidad imposible.
Uno sigue hacia delante por curiosidad, y por esas magdalenas de limón del Mercadona, y por no poner triste a la gente que le quiere. Daniel Johnston cantó: «Don’t be sad, I know you will / But don’t give up until / True love will find you in the end». Escribió José Agustín Goytisolo en el poema Palabras para Julia: «La vida es bella, ya verás / como a pesar de los pesares / tendrás amigos, tendrás amor». Tendrás amigos.

La portada de daniel j. <33
La versión de Los Suaves del poema de Goytisolo que encabeza y cierra tu artículo fue mi canción favorita durante muchos años y recientemente me he comprado una camiseta de Daniel Johnston del disco «Hi, how are you». Así que este artículo ha sido como abrir y cerrar el paréntesis de mi juventud ❤️🩹